Durante el confinamiento todos hemos vivido emociones parecidas en mayor o menor grado, miedo, preocupación, ansiedad…algunas personas han aprovechado estas semanas para alcanzar un nivel más profundo de introspección, otras se han refugiado en el recurso del humor, algunos han sentido la tristeza muy cercana…
A medida que se iba avanzando hacia eso que han venido a llamar la «nueva normalidad» creo que la incertidumbre se ha convertido en la reina de las emociones, está asociada a otras cómo desprotección, estupor, es la duda que genera inseguridad y qué puede dificultar la toma de decisiones.
En esas estamos. Esta pandemia afecta a todos los ámbitos, a nivel mundial, desde la salud a la economía, pasando por las relaciones familiares, la incertidumbre nos puede invadir cuando miramos al futuro. Y esto tiene doble vertiente, por una parte, en función de la gestión emocional que hagamos, podemos desarrollar ciertos trastornos psicológicos, cómo la depresión y la ansiedad, o bien, utilizar la incertidumbre cómo elementos motivador y generador de cambios.
La terapia psicológica ofrece herramientas en un sentido y en otro. En el primer caso ayudando a reducir los síntomas del malestar psicológico, en el segundo con técnicas que fomenten el progreso desde el interior.
La incertidumbre puede ser indicador del exceso de control que deseamos tener sobre cosas que escapan a nuestras capacidades. Es un buen momento para pararse a pensar, ¿hasta qué punto estoy sobreestimando mi poder para incidir en cómo suceden las cosas? y sin embargo, ¿hasta qué punto estoy eludiendo mirar hacia dentro y cambiar lo que sí, está en mis manos?